Alban Heruin o la Noche de San Juan

Son innumerables los rituales propios de la Noche de San Juan, que se conmemora la víspera del 24 de Junio, pero todos giran en torno a la glorificación del fuego. De hecho, este es el festival del fuego por excelencia.

Realmente la fecha astronómica del solsticio, la de la verdadera celebración, es la del 21-22 de Junio, aunque la Iglesia Católica la fijó a la festividad de San Juan el día 24.
 
Los antiguos celtas llamaban Alban Heruin a este festival y su principal significado era el de celebrar el instante en el que el Sol se hallaba en su máximo esplendor, cuando duraba más tiempo en el cielo y mostraba su máximo poder a los hombres, y al mismo tiempo, el día en que empezaba a decrecer en el Solsticio de Invierno.


Para conmemorar y, al mismo tiempo, atraer su bendición (la del Sol) sobre hombres, animales y campos, se encendían grandes hogueras. Este festival se lo asocia a rituales destinados a obtener pareja o a conservarla.

De igual forma, la presencia del agua es uno de los grandes símbolos de las celebraciones de Alban Heruin que parece no tenerse en tanta consideración y que, sin embargo, es una parte esencial de numerosos ritos de esta festividad.

Verbena hastata, una de las variedades
El apelativo de "Verbena" a esta fiesta se lo dio la costumbre practicada en algunos lugares por las jóvenes casaderas de ir a recoger verbena a las doce de la noche en la víspera de San Juan, creyendo que con ello conseguirían el amor del hombre deseado por su corazón. Otra de la creencias era que la pareja que saltaba unida la hoguera conseguía felicidad y buena fortuna.

Otra de las tantas costumbres es aquella en que las jóvenes arrojan guirnaldas trenzadas por ellas a sus amados a través de las llamas y ellos deben recogerlas antes de que caigan al fuego. Las guirnaldas se guardan como talismanes de buena fortuna y, ocasionalmente, se quemaba alguna cinta en el hogar para procurar protección de sus habitantes y animales.

El Ritual de Alban Heruin utiliza la magia de las velas para conseguir nuestros propósitos. Está formado por un altar, seis velas con los colores del Arco Iris, una vela color marrón, una vela negra de menor tamaño, un recipiente con agua de manantial y unas hojas de laurel.
 
El altar es el soporte sobre el cual vamos a realizar nuestro ritual. En él encontramos un círculo que representa los hechos consumados, es decir los deseos ya cumplidos, los propósitos conseguidos. Dentro del círculo se circunscribe un heptágono, polígono de siete lados, porque el siete es el número mágico por antonomasia y simboliza los grados de perfección.

Las seis velas de colores representan a la luz blanca del Sol, símbolo de pureza, que al descomponerse da como resultado los seis colores del Arco Iris (rojo, anaranjado, amarillo, verde, azul y violeta). A estos seis colores le sumamos el marrón de la séptima vela, color que simboliza la Tierra, madre fecunda y regeneradora, necesaria para que todo pueda nacer. Siete velas en total que en su conjunto representan nuestros deseos de luz, de pureza y de regeneración. Eso es lo que queremos conseguir, el lado bueno que nos espera representado en estas siete velas donde, una vez más, encontramos el número mágico por excelencia que nos ayudará a que el ritual sea un éxito.

La vela negra simboliza la oscuridad que procede del negro, los males que nos acosan. Es de menor tamaño y por eso se encuentra en inferioridad con respecto a la luz blanca representada en el resto de las velas. La oscuridad del negro será vencida por la claridad del blanco.

El agua de manantial, según antiguas leyendas, cura los males, ahuyenta el mal de ojo, atrae juventud y belleza y contienen virtudes fecundantes.

Laurel
Tradicionalmente las plantas que se utilizan esa noche tienen propiedades curativas o pueden utilizarse como amuletos protectores. El laurel es un símbolo de victoria y ahuyenta los malos espíritus.

Esparcimos alrededor del altar algunas gotas de agua siguiendo el sentido de las agujas del reloj de manera que cerremos un círculo completo. Luego encendemos las velas, primero la negra pronunciando la oración: "Esta vela representa la oscuridad que se inicia esta noche de San Juan y será vencida por la fuerza de la luz del Sol". A continuación encendemos las demás velas por orden y pronunciamos la segunda oración por cada una de las velas en el momento de encenderlas: "La luz del Sol, del Arco Iris, vencerá las tinieblas de la larga noche y todo mal pasado, presente y futuro será vencido".

Nos concentramos fijando la atención en nuestro propósito y escribiremos en una hoja de papel lo negativo que tenemos y la quemaremos con la vela negra (o en la hoguera) pensando que todo lo malo quedará eliminado, vencido, excluido de nuestra vida. Sentimos cómo la luz que sale de las seis velas del Arco Iris se funden en el blanco purificador del Sol empujadas por la fuerza que fluye de la luz de la Tierra, luz fértil y regeneradora.

Luego, siguiendo las costumbres ancestrales, saltamos por encima del fuego como acto que culmina el definitivo cumplimiento de nuestros propósitos. Finalmente, si no disponemos de tiempo para que las velas se consuman por sí solas, las apagamos empezando por la negra y terminando por las de colores en el mismo orden en que las encendimos. El laurel que hemos utilizado en el ritual podemos colocarlo en cualquier lugar de nuestra casa porque de él seguiremos obteniendo la protección que necesitamos.

Una buena forma de concluir el ritual es, si estáis en la playa, introducirse en el mar cuando empiece a despuntar el alba y así terminar de purificar el cuerpo. 


Con la culminación del Ritual de Alban Heruin hemos conseguido una vez más que la luz triunfe sobre las tinieblas, que el lado oscuro quede sepultado definitivamente bajo la espléndida luz blanca que acompaña todo lo bueno que a nuestro alrededor existe. Y ahora, alborozados, empapados de nuestros buenos deseos dejemos que nuestro ser sea capaz de rezumar y regalar la concordia y luz que hemos conseguido, al menos hasta la próxima Noche de San Juan.

 

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