El último misterio Templario

Felipe IV, el Hermoso
En 1305 el monarca francés Felipe IV consiguió poner en el trono vaticano al arzobispo de Burdeos Beltrán de Got, que pasaría a llamarse Clemente V. Su intención era que el nuevo Papa humillara a la Orden y la disolviera decretando que todas sus propiedades y bienes pasaran a posesión de la corona, arruinada después de financiar las cruzadas y una mala gestión del monarca.

Torre del Temple
La sede central de la Orden del Temple se encontraba en una fortaleza en París. Anexo al lujoso palacio construido en el siglo XVII propiedad del Conde de Artois se encontraba la llamada Torre del Temple, de 20 metros de altura y gruesos muros en donde la Orden guardaba todo el dinero, el oro, las joyas y los documentos y testamentos que todos los nobles y las familias ricas de Francia y parte de Europa les confiaba para su resguardo y custodia. Algo muy suculento para un codicioso rey en la ruina. Pero dado que los Templarios únicamente respondían ante el Papa y no estaban sujetos a las leyes y decretos reales, no podía echar mano del patrimonio que guardaban.

Pero a pesar de la presión de Felipe IV y las falsas calumnias y acusaciones propagadas hacia los Templarios, el nuevo Papa no dio importancia al asunto, preocupado por el problema de Palestina, ocupada por los árabes, para cuya solución necesitaba de los Templarios.

Jacques de Molay
En 1307, Jacques de Molay, último maestre del Temple, secundando los deseos papales de Cruzada, llegó a Francia para reclutar tropas y abastecerse de vituallas. A su paso por el país escuchó las calumnias propaladas contra su Orden y acudió ante el Papa solicitando un examen formal para comprobar la falsedad de tan burdas acusaciones. Accedió Clemente V a sus deseos y así se lo comunicó al monarca francés por carta del 24 de agosto de 1307. Felipe IV, dispuesto a apoderarse de los bienes del Temple, y aconsejado por su ministro Guillermo de Nogaret, decidió adelantarse. El 13 de octubre de 1307, a la salida de los funerales de la condesa de Valois, el maestre Molay y su séquito fueron arrestados y encarcelados, lo mismo que todos los Templarios en la mayor parte de Europa en una operación sin precedentes., y confiscados sus bienes bajo pretexto de la inquisición.

Comenzaron los juicios, se presentaron falsos testigo y torturaron a los caballeros hasta hacerles confesar todos los cargos que les imputaban; brujería, sodomía, adoración al Diablo, etc. Muchos Templarios se entregaron sin oponer resistencia en muchas ciudades de Europa, pero muchos otros resistieron y se enfrentaron hasta ser aniquilados. Entre 1309 y 1310 por presión de Felipe IV, los templarios condenados empezaron a ser quemados en las hogueras de la inquisición.


En el Concilio de Vienne, entre el 16 de octubre de 1311, y el 3 de abril de 1312 el Papa anunció la supresión del Temple. Los teólogos del concilio eran casi todos franciscanos y dominicos, y ambas órdenes se distinguían por su animosidad y envidia contra los acusados. Antes, los secuaces del rey francés habían recurrido de nuevo a las torturas y nuevamente afloraron las confesiones de adoración demoníaca, prácticas sodomitas y de otros pecados demenciales. La pantomima se había preparado meticulosamente, con ensayo previo incluido y no parecía que nada pudiera fallar a la hora de llevarse a cabo ante el público. Sin embargo, los primeros acusados que se presentaron ante el tribunal defendieron al Temple y amenazaron con poseer un ejército de dos mil Templarios escondido y listo para liberarles, pero ningún ataque se produjo, y por ello los siguientes meses, como nadie se ponía de acuerdo para escoger a los defensores de los Templarios (Jacques de Molay renunció a ello por ser analfabeto) se parecieron más al teatro que deseaban los detractores de la Orden. A puerta cerrada, los "actores" representaban los papeles que se les habían asignado, sin despertar ninguna emoción. La bula de supresión, Vox in excelso, se firmó el 22 de marzo y se leyó el 3 de abril públicamente.

Clemente V
Por la bula Ad providam, el 2 de mayo de 1312, Clemente V otorgó los bienes de la extinta orden a los caballeros de San Juan de Jerusalén, es decir los Hospitalarios, pero no pudo evitar la depredación por parte de Felipe el Hermoso, quien no sólo no devolvió el dinero que debía al Temple, alegando que cánones prohibían pagar deudas a los herejes, sino que se presentó cínicamente como acreedor de grandes sumas, por lo que los Sanjuanistas hubieron de entregarle 200.000 libras tornesas. El día 6 de ese mes, el Papa dictó bulas para que los "reconciliados y arrepentidos" serían confinados en monasterios y condenados a cadena perpetua. A los cuatro máximos dirigentes del Temple se les reservaba otro juicio más severo, que se celebró el 18 de marzo de 1314.

En esa fecha, fueron colocados Jacques de Molay (maestre) Godofredo de Charney (maestre en Normandía), Hugo de Peraud (visitador de Francia) y Godofredo de Goneville (maestre de Aquitania) encima de un patíbulo alzado delante de Notre-Dame, donde se les comunicó la pena de cadena perpetua. Pero cuando estaba dando comienzo la ceremonia, y mientras los delegados pontificios leían los crímenes y herejías, los máximos representantes de la Orden, los cuales ya llevaban siete años en prisión, se adelantaron para dirigirse abiertamente a las gentes de París, y fue Jacques de Molay el que exclamó: ¡Nos consideramos culpables, pero no de los delitos que se nos imputan, sino de nuestra cobardía al haber cometido la infamia de traicionar al Temple por salvar nuestras miserables vidas!


Así habló el último maestre del Temple, con voz alta y firme, ante los cardenales, frente a los representantes del rey y delante de las gentes. Los arrepentidos habían dado un vuelco total a la situación. Todo París no hablaba de otra cosa y se había provocado un escándalo que no podía ser tolerado. Incluso se temió el estallido de un motín.


Aquel mismo día, con la puesta de sol, se alzó una enorme pira en un islote del Sena, denominado Isla de los Judíos, donde los cuatro dirigentes fueron llevados a la hoguera.

Según se cuenta, antes de ser consumido por las llamas, Jacques de Molay convocó al Rey y al Papa ante el tribunal de Dios para antes de que transcurriera un año.

Una vez ejecutado el último Gran Maestre y oficialmente disuelta la Orden del Temple, el rey tenía vía libre para adueñarse de los bienes guardados en la Torre del Temple.

Es cierto que la Orden de los Caballeros del Templo ha dado (y sigue dando) lugar a muchas conjeturas y están en el punto de mira de muchísimos misterios que dejaron en su trágica estela. Se escriben novelas (muchas de ellas sensacionalistas, fantasiosas y que poco, o nada, tienen que ver con la historia) sobre sus secretos y se hacen documentales y películas. Pero ciertamente la realidad supera a la ficción.

Cuando el rey irrumpe en la Torre ciego de codicia por todo el poder que le aguarda se vuelve loco de ira. La Torre del Temple está vacía. Al poco tiempo le llega un mensaje desde La Rochelle, ciudad con uno de los puertos más importantes de Francia en aquella época. En aquel mensaje se le comunicaba un mensaje simple. Pocos días antes, la enorme flota templaria atracada en el puerto había zarpado con rumbo desconocido y las arcas completamente llenas.

¿A dónde fueron?. Aun en la actualidad nada se sabe de la suerte que de esta flota cargada de tesoros aunque hay muchas especulaciones. Una de ellas explica que mucho tiempo después, en un mapa que un monarca valenciano encargó a los judíos de Mallorca (se sabe que, por tradición, los judíos mallorquines fueron los cartógrafos de los templarios), dibujaron la isla de Fuerteventura en el archipiélago canario (aun no conquistado a los nativos guanches) con una cruz paté roja sobre un fondo blanco (emblema del temple) y el nombre de esta isla no era Fuerteventura, sino Fuite Ventura, Huida Feliz.



Fuera casualidad o no, Felipe IV y Clemente V murieron antes de que acabara  el año como había predicho el Gran Maestre antes de perecer entre las llamas, y todavía hoy nadie ha encontrado ninguna pista que arroje luz sobre el paradero del Tesoro Templario.




Opinión del aprendiz:
 
Quien quiera saber más sobre la historia REAL de esta misteriosa orden y sobre los hechos documentados de los que fueron protagonistas, recomiendo el libro Codex Templi, editado por Aguilar y firmado por Templespaña, Sociedad de Estudios Templarios y Medievales.

A mi juicio es un libro escrito por varios autores pertenecientes a esta sociedad, todos ellos historiadores e investigadores, con un gran rigor histórico y exponiendo los hechos de los que hay constancia. Así pues, si estás harto de leer que los templarios tomaban el té con los marcianos, con Codex Templi conocerás y aprenderás casi todo lo que se puede aprender y conocer sobre los verdaderos Pobres Caballeros de Cristo.

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